miércoles, 12 de junio de 2013


El sistema límbico. 





El cerebro humano está formado por varias zonas diferentes que evolucionaron en distintas épocas. Cuando en el cerebro de nuestros antepasados crecía una nueva zona, generalmente la naturaleza no desechaba las antiguas; en vez de ello, las retenía, formándose la sección más reciente encima de ellas.

Esas primitivas partes del cerebro humano siguen operando en concordancia con un estereotipado e instintivo conjunto de programas que proceden tanto de los mamíferos que habitaban en el suelo del bosque como, más atrás aún en el tiempo, de los toscos reptiles que dieron origen a los mamíferos.

La parte más primitiva de nuestro cerebro, el llamado 'cerebro reptil', se encarga de los instintos básicos de la supervivencia -el deseo sexual, la búsqueda de comida y las respuestas agresivas tipo 'pelea-o-huye'.
En los reptiles, las respuestas al objeto sexual, a la comida o al predador peligroso eran automáticas y programadas; la corteza cerebral, con sus circuitos para sopesar opciones y seleccionar una línea de acción, obviamente no existe en estos animales.
Sin embargo, muchos experimentos han demostrado que gran parte del comportamiento humano se origina en zonas profundamente enterradas del cerebro, las mismas que en un tiempo dirigieron los actos vitales de nuestros antepasados.
'Aun tenemos en nuestras cabezas estructuras cerebrales muy parecidas a las del caballo y el cocodrilo', dice el neurofisiólogo Paul MacLean, del Instituto Nacional de Salud Mental de los EE.UU.

Nuestro cerebro primitivo de reptil, que se remonta a más de doscientos millones de años de evolución, nos guste o no nos guste reconocerlo, aún dirige parte de nuestros mecanismos para cortejar, casarse, buscar hogar y seleccionar dirigentes. Es responsable de muchos de nuestros ritos y costumbres (y es mejor que no derramemos lágrimas de cocodrilo por esto).



 

El sistema límbico está compuesto por un conjunto de estructuras cuya función está relacionada con las respuestas emocionales, el aprendizaje y la memoria. Nuestra personalidad, nuestros recuerdos y en definitiva el hecho de ser como somos, depende en gran medida del sistema límbico.


Los componentes de este sistema son: amígdala, tálamo, hipotálamo, hipófisis, hipocampo, el área setal (compuesta por el fórnix, cuerpo calloso y fibras de asociación), la corteza orbitofrontal y la circunvolución del cíngulo.


CORTEZA CEREBRAL, SISTEMA LIMBICO Y COMPORTAMIENTO SEXUAL.






Numerosos experimentos llevados a cabo con animales de experimentación vienen poniendo de relieve la importancia de la corteza cerebral en la sexualidad.
La conclusión más importante de estos estudios en los que se ha intentado explorar las relaciones entre la corteza cerebral y el comportamiento sexual, es que precisamente en esta zona del cerebro es donde se realizan las funciones que están más en relación con los estímulos psíquicos y ambientales
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La corteza cerebral, según estas teorías sería una de las principales zonas anatómicas responsables de las repercusiones que los estímulos sensoriales y psíquicos tienen sobre la actividad sexual del hombre.

La corteza está íntimamente conectada con el hipotálamo, a través del cual se relaciona con la hipófisis, con la médula espinal, con otras estructuras nerviosas, con las glándulas endocrinas y con el aparato genital, también se relacionan muy directamente con el sistema límbico; de este modo la corteza recibe y elabora la información que le llega, y a su vez remite órdenes e información al resto de las estructuras nerviosas, influyendo notablemente en muchos aspectos de la respuesta sexual.


Estas conexiones son en alguna medida las que explican la gran influencia de diversos factores psíquicos en la respuesta sexual, por lo que la corteza es una de las zonas cerebrales más directamente implicadas en los trastornos de la sexualidad de origen psicosomático.
Cuando la persona se encuentra en condiciones óptimas desde el punto de vista psicológico, ambiental, general, se encuentra relajada, despreocupada, sin conflictos en la esfera de la sexualidad, es más probable que la actividad sexual sea satisfactoria. Por el contrario, algunos factores como la ansiedad, el miedo, preocupaciones, estrés, ciertos sentimientos y emociones, la depresión, se elabora a través de la corteza cerebral y pueden ocasionar graves disfunciones sexuales.



CEREBRO INTERNO  (SISTEMA LIMBICO -hipocampo amígdala, septum, giro cingulado-, HIPOTÁLAMO,  NÚCLEO ESTRIADO)   Y SEXUALIDAD


Dentro de lo que es el cerebro interno, es decir de las zonas cerebrales que se suceden al profundizar en el cerebro tras la corteza, existen diversas formaciones neurológicas implicadas en la sexualidad, las más relevantes según los conocimientos actuales serán el sistema límbico, el hipotálamo y el núcleo estriado. 



El sistema límbico no es propiamente una estructura del cerebro interno, sino más bien un conjunto de estructuras nerviosas que se hallan rodeando el tronco cerebral, como si se tratara de un anillo, y fundamentalmente está compuesto por cinco grandes estructuras que se denominan: hipocampo, amígdala, septum, giro cingulado y campos de proyección olfatoria.



Se trata de un sistema extraordinariamente complicado, tanto en lo que se refiere a los vínculos que mantiene entre sus diversas estructuras internas como respecto de las conexiones que estas tienen con otras formaciones externas al sistema límbico, ya que están íntimamente ligadas a la corteza cerebral, al tálamo y al sistema reticular.
Las implicaciones de estos sistemas en la sexualidad no se han aclarado definitivamente, y tan sólo se conocen algunas relaciones puestas de manifiesto en diversos trabajos experimentales.

La amígdala parece jugar un papel central en la conducta sexual, habiéndose comprobado que la estimulación del septo y del área pre óptica media daban lugar a una erección total en animales de experimentación. El papel de la amígdala como centro de procesamiento de las emociones es hoy incuestionable. Pacientes con la amígdala lesionada, no son capaces de reconocer la expresión de un rostro o si una persona está contenta o triste. En un experimento en el cual a  los monos a las que fue extirpada la amígdala manifestaron un comportamiento social en extremo alterado: perdieron la sensibilidad para las complejas reglas de comportamiento social en su manada. El comportamiento maternal y las reacciones afectivas frente a los otros animales se vieron claramente perjudicados.


Otra formación de gran importancia dentro del sistema límbico es el hipocampo, ya que se cree que ejerce una influencia moduladora de la tumescencia genital, regulando por tanto la afluencia de volumen sanguíneo al aparato genital, lo cual es hasta la actualidad el índice más fiable para medir la excitación y la respuesta sexual.

El sistema límbico está estrechamente vinculado con otra zona del cerebro interno que, a su vez, parece estar amplia mente relacionada con la sexualidad, se trata del hipotálamo, que también está implicado en la esfera de los instintos, incluso se ha descrito un área del placer.

El hipotálamo está relacionado con varias estructuras nerviosas, recibe vías neurológicas de comunicación, del sistema límbico y del tálamo y de él parten vías de comunicación hasta el tálamo, la médula y la hipófisis; también está conectado con la corteza cerebral, y asimismo se relaciona con el sistema nervioso autónomo, dando lugar a través de éste  la gran mayoría de las transformaciones fisiológicas propias de la respuesta sexual normal.

Además el hipotálamo influye sobre las glándulas endocrinas, y por tanto sobre la producción y mantenimiento en el torrente circulatorio de la mayor parte de las hormonas sexuales.


El hipotálamo está implicado en los centros del placer, llamados así por lo estimulante que resulta para los animales de experimentación la estimulación de esta área, hasta el punto de que prefieren dicha estimulación experimental a su comida favorita.
La estimulación de estas áreas también se ha realizado en seres humanos, con resultados variables. Algunos hombres apreciaron tras el experimento una cierta sensación de bienestar poco definida, en otros casos dio lugar a estados de auténtica euforia.

Para algunos autores los puntos del cerebro superior que al ser estimulados dan lugar a un aumento del tamaño del clítoris similar al de la excitación sexual de la hembra (tumescencia clitoridiana), serían los mismos que en el macho causan la erección del pene, tal como parece haberse demostrado en experiencias con animales.

Excitación Sexual

La excitación sexual, tanto en el hombre como en la mujer, consta de varias fases sucesivas. Tras una fase previa de deseo sexual, surge la fase de excitación, a la que continúa la de meseta, hasta llegar a la orgásmica, y por último la fase de resolución.

El proceso comienza a partir de una fase previa o de deseo en la que se van acumulando estímulos psicológicos en relación con elementos eróticos, y con la estimulación fisiológica producida por el contacto corporal (besos, caricias), que contribuyen a la excitación sexual, especialmente si estas se realizan en algunas zonas llamadas erógenas del cuerpo que cada persona encontrará de acuerdo al conocimiento de su propio cuerpo y al de su pareja. 




Como vemos, la estimulación sexual, la erección y las respuestas varían mucho de una persona a otra y depende entre otras de los variados y complejos mecanismos neurofisiológicos, psicológicos, y ambientales, además de las repuestas hormonales, de los órganos de los sentidos que de una u otra manera intervienen en la respuesta sexual humana, el desenvolvimiento sexual de una persona. 



MECANISMOS CEREBRALES QUE REGULAN LA SEXUALIDAD

Desde hace varios años se realizan diferentes investigaciones relacionadas con la conducta sexual humana, con el inicio del deseo, con la respuesta sexual, con la neurofisiología de la erección y con otras variadas patologías que intervienen en el éxito o no de una experiencia sexual.


Sexualidad e Investigación con Animales de Experimentación 

Gracias a los experimentos que se han llevado acabo con diversos animales, se ha logrado un notable progreso del conocimiento a nivel neuroanatómico de la sexualidad.
Los animales seleccionados en este tipo de experimentación han sido aquellos con un sistema nervioso más similar al del hombre, como es el caso de los monos ardilla, y otros primates como los macacos, los gatos, conejos, ratas, toros, etc.
Se ha comprobado que al estimular diversos puntos del cerebro se puede producir una excitación sexual que se mide en forma de diversos grados, valorando las transformaciones fisiológicas que se ocasionan en el aparato genital del animal denominados grados de tumescencia, lo que se relaciona con la afluencia de volumen sanguíneo hacia los órganos genitales, principal característica medible de la excitación sexual en el animal.
De este modo se ha visto que estimulando diversas zonas del cerebro, se puede producir no una mera situación de excitación sexual en el animal, sino la plena eyaculación en el macho.




El síndrome de Kluber-Bucy: aparece tras la extirpación del núcleo amigdalino en monos salvajes. Estos se tornan mansos, educables e ingieren como alimentos, objetos comestibles y no comestibles. Además desarrollan una hipersexualidad insólita. Parece que la extirpación de los núcleos amigdalinos y de las estructuras vecinas a estos hiciese desaparecer una función inhibitoria sobre las zonas cerebrales que regulan la actividad sexual.

La experimentación con animales ha servido para descubrir y comprender mejor de qué modo interviene el cerebro en aspectos neurofisiológicos de la sexualidad, aunque sea de un modo parcial. De todos modos ha aportado datos de gran interés para vislumbrar las implicaciones de la corteza cerebral y otras estructuras nerviosas, entre ellas el sistema límbico, el hipocampo y el núcleo estriado.


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